Análisis y reflexiones de un caminante
Plácido Díez
Salvo que encalle en la designación del primer ministro, que las bases lo rechacen en las consultas en las plazas y “on line” o que el jefe del Estado, Sergio Mattarella, lo enmiende a la totalidad por inviable, el contrato de gobierno entre liguistas y grillines en Italia es un torpedo a los principios fundacionales de la Unión Europea y el más serio aviso para navegantes sobre las consecuencias de la subida electoral de los populismos de los extremos. Italia es uno de los países fundadores de la Unión Europea y es la tercera economía de la zona euro. Palabras mayores.
Palabras mayores también para esa aristocracia del dinero, como la bautiza el catedrático Antón Costas, insensible a los excesos de la mundialización económica, a la creciente desigualdad y a la ruptura del contrato social por el que se ha guiado la Unión Europea después de la II Guerra Mundial para evitar los conflictos.
Uno de los 29 puntos del contrato de gobierno alcanzado por la Liga Norte y el Movimiento 5 Estrellas es acabar con las sanciones comerciales y económicas a Rusia al que ven como un socio importante.
Inquietante porque es la Unión Europea quien ha impuesto esas sanciones.
Inquietante porque el Parlamento Europeo está legislando para neutralizar las noticias falsas y los daños electorales en las democracias representativas que apuntan hacia Moscú.
Inquietante, finalmente, porque los populistas italianos de la Liga Norte de Salvini y los de las confluencias transversales del Movimiento 5 Estrellas de Grillo, el bipartidismo de los extremos, hacen un guiño a los regímenes de los hombres fuertes, como el de Putin, en los que el Estado de Derecho y los derechos humanos se están supeditando al nacionalismo, al mi país lo primero.
En ese programa de gobierno se incluye renegociar el Tratado de Dublín, firmado por Silvio Berlusconi, que algo ha tenido que ver en este acercamiento de los dos populismos, y que el Parlamento europeo sea la única institución legítima en Bruselas, evaluar la contribución de Italia al presupuesto de la UE, acabar con las misiones pacificadoras en el exterior (Níger, Libia, Túnez, Irak o Afganistán) y conseguir que Exteriores y Defensa se guíen solo por los intereses de Roma.
Italia, primero. Paralelismo de un fundador de la UE con los países del Este como Polonia y Hungría, que están colisionando con el estado de derecho, y guiño a otro “strongman”, a Trump, reclamando que todos los demandantes de asilo sean repatriados obligatoria y automáticamente en toda la UE sin tener que esperar los trámites en el primer país donde ponen un pie.
Chirría pero esto lo ha firmado Luigi di Maio, el candidato grillini a presidente de Gobierno, de ese movimiento que nació de la cólera del pueblo y que obtiene sus mejores resultados en las regiones más pobres de Italia.
Como también ha firmado que se aceleren las deportaciones, que se construyan más centros de detención donde los inmigrantes irregulares puedan permanecer hasta 18 meses, que se cree un registro de imanes del país, que se cierren las mezquitas integristas, que las plegarias religiosas sean exclusivamente en italiano y que aumenten las ayudas a las guarderías pero solo para las familias italianas.
Y en política económica, un órdago a la grande. Un impuesto fijo para empresas y familias, al 15 o 20 por ciento, y 780 euros al mes durante 2 años para parados y ancianos pobres. Según el Corriere de la Sera, este plan tendría un coste mínimo de 70.000 millones de euros y pondría en peligro los objetivos de reducción de la deuda y el déficit, y el crecimiento que, por primera vez en 7 años y todavía por debajo del promedio europeo, se recuperó en 2017.
Tampoco faltan los guiños nacionalistas y proteccionistas con la decisión de salvar Alitalia, que solo el año pasado se comió 900 millones de euros de dinero público, y de replantearse la línea ferroviaria de alta velocidad a los pies de los Alpes, entre Turín y Lyon.
El desmoronamiento de la UE, 500 millones de habitantes y el 25 por ciento del PIB global, es muy apetecible para las potencias que, como la liderada por un Putinfortalecido que ha generalizado la emoción de la gran Rusia, quieren extender su influencia en el escenario geoestratégico de la mundialización.
Según lo que suceda en Italia, esas grietas que se están abriendo en la UE sin política exterior ni de Defensa comunes, sin unión económica y monetaria, sin sentimiento arraigado de ciudadanía europea, pueden convertirse, 60 años después, en ruinas de la propuesta más estable, igualitaria y de mejor calidad de vida, que se ha parido en el mundo de la mano de los movimientos tradicionales, el democristiano y el socialdemócrata.
Dentro de las conjeturas, el mal menor sería el de una UE más pequeña firmemente anclada por Alemania y Francia que también están sufriendo la presión populista, nacionalista, proteccionista y xenófoba, que está recibiendo un significativo respaldo electoral en los dos países.