OPINION POLITICA

Estabilidad, impunidad y amnesia

Como ciudadanos de a pie nos estamos enfrentando los últimos días a una realidad que más se parece a una montaña rusa de última generación que al tranquilo discurrir de un país moderno. Vamos de la sorpresa al sobresalto, de la inquietud al estremecimiento y de la alarma a la intranquilidad.

Como ciudadanos de a pie nos estamos enfrentando los últimos días a una realidad que más se parece a una montaña rusa de última generación que al tranquilo discurrir de un país moderno. Vamos de la sorpresa al sobresalto, de la inquietud al estremecimiento y de la alarma a la intranquilidad.

Y después sale el Presidente del Gobierno, con el agua al cuello tras conocerse su intervención en el juicio de la Gürtel, pidiendo tranquilidad a los ciudadanos y responsabilidad al resto de las fuerzas políticas en aras de la estabilidad necesaria para que los mercados no nos castiguen, la bolsa no baje y la deuda se mantenga dentro de unos niveles aceptables. Esto ¿qué significa? ¿Que a los que manejan el cotarro les da igual que la sentencia de la Gürtel diga lo que dice de Rajoy? ¿Que gobierne un partido, que tiene en los tribunales a buena parte de sus cuadros y con penas de cárcel a otro grupo que ha sido la élite de su pasado más reciente, mientras actúe a su dictado? Da la sensación de que se quiere actuar con total impunidad, que nadie entorpezca la ruta marcada que tiene como único objetivo la obtención de privilegios y beneficios a costa de los demás.

Por otra parte parece que nada se libra de la actuación de estos caraduras. Hace unos días nos enteramos de los tejemanejes que se llevan en centros de estudios de la URJC para pringarse por unos estudios de postgrado y que utilizan los convenios con la misma, para cometer todo tipo de desmanes. ¿Habrá más Universidades en esta misma situación?

Desde el Banco de España su Gobernador Luis María Linde reconocía que la salida de la crisis se debe a la reducción de los salarios, la contención de las pensiones y que así debían seguir para mantener el crecimiento de la economía que no merma los beneficios empresariales. Si no quieres taza, tazón.

Hemos asistido también a la detención de Eduardo Zaplana, que desde la alcaldía de Benidorm llegó a las más altas cotas del poder político, incluso a ministro. En un país serio ¿lo hubiera conseguido después de aquella famosa grabación en la que decía que había llegado a la política para forrarse o su partido lo debió haber enviado a la calle aunque la grabación fue anulada? Cumplió su objetivo aunque el final de la historia seguro que no entraba en sus planes. ¿Y los que lo nombraron, lo apoyaron, lo protegieron y le pusieron una puerta giratoria a su medida? ¿No sabían nada? Resulta preocupante que tanta gente haya estado durante tanto tiempo gobernando los intereses de los españoles por delegación a través de nuestros votos sin que se enteraran de nada. ¿Sería admisible en cualquier país de nuestro entorno un comportamiento semejante?

Y después nos queda Cataluña. Una comunidad partida por la mitad en la que una parte parece que tiene muy claro que es lo que quiere y en la otra van cuatro por cinco calles.

Con esta realidad, el solo anuncio de la presentación de una moción de censura por el PSOE parece que ha disparado todas las alarmas. Se hacen cábalas sobre las verdaderas intenciones de Pedro Sanchez cuando en cualquier país democrático la situación de Rajoy hace tiempo que estaría resuelta. Es este estado de cosas, Rajoy debió dimitir y no poner en marcha a toda su caballería política y mediática para desmontar una moción de censura que pretende ponerlo fuera del gobierno, algo que debió de hacer por voluntad propia y que al menos le hubiera permitido terminar su carrera con un acto de dignidad.

Llegados a este punto da la sensación que nuestra clase política no se entera, andan enzarzados en dimes y diretes, mirando las encuestas, aposentados en poltronas que no quieren abandonar y judicializando la vida política hasta límites que el propio ejercicio de su actividad se está convirtiendo poco menos que imposible. Mientras tanto los ciudadanos, votación tras votación están diciendo que ningún partido tiene un programa de gobierno que guste a una mayoría, que se tienen que sentar y negociar. Negociar no es imponer y parece que en el tablero político cada partido quiere imponer sus máximos para que sea imposible el acuerdo. Lo que único que se valora es contentar a la parroquia propia, desgastar al contrario y forzar elección tras elección hasta que los ciudadanos vayan girando hacia sus posiciones.

En esta tesitura se nos solicita a los ciudadanos que apoyemos sus propuestas y pasadas las elecciones que se nos pide ¿amnesia?
No es de extrañar la desafección que se está produciendo hacia nuestra clase política. Han devaluado tanto su actividad que los ciudadanos han perdido la confianza en ella. Hacen falta caras nuevas y un estilo de gestión pública que se adapte a los estándares de una democracia avanzada. Más de lo mismo nos puede llevar al borde del precipicio.