FUENTE: eldiario.es (Blog El prismático de Aragón)
Plácido Díez
Ruido y furia para tumbar la investidura de Pedro Sánchez y el primer gobierno de coalición de la izquierda en la reciente historia democrática respaldado por el PNV y apoyado por otras fuerzas nacionalistas y territoriales.
La de Sánchez es la única candidatura viable para salir del bloqueo de meses y la propuesta de Gobierno, arriesgada, muy arriesgada por descansar la estabilidad de la legislatura en ERC, una oportunidad para el diálogo entre la España madrileña, las fuerzas independentistas y esa España periférica plural, muy plural, y sensata, muy sensata, de la que tendrían que aprender los líderes políticos nacionales, algunos medios de comunicación con sede en Madrid y los creadores de opinión que se consideran el ombligo del Estado.
Alguno de ellos calificaban hoy de nacionalismo pueblerino y cantonal el de Teruel Existe. Así se simplifica desde la Puerta del Sol el conocimiento de una provincia y de un movimiento ciudadano con 20 años de trabajo, reivindicaciones y movilizaciones, por parte de uno de esos periodistas que ha perdido foco e influencia en los últimos tiempos, de uno de esos periodistas de mirada elitista que conocen poco y mal la España que late y desprende autenticidad fuera de los centros de poder de Madrid.
Un movimiento de pueblerinos, Teruel Existe, que fue la primera fuerza política de la provincia en las pasadas elecciones generales al que, a la primera de cambio, las circunstancias han colocado en una posición clave para desbloquear la investidura y toda la presión elevada a la enésima potencia por las redes sociales de los que se apropian de España y de la Constitución -paradójicamente no estuvieron a favor en 1978- está recayendo sobre ellos en las últimas horas.
La respuesta está siendo ejemplar: la serenidad de los espacios abiertos y de los cielos rasos de Teruel y la coherencia de quienes ofrecieron el compromiso de facilitar que este país, que lleva cuatro años prorrogando los Presupuestos de Montoro, tenga un Gobierno que no esté en funciones a cambio de que sean prioritarias las políticas contra la despoblación y por la cohesión territorial.
Eso fue lo prometido y lo que han negociado, junto con una lista de reivindicaciones históricas en infraestructuras y una transición justa en la cuenca minera de Andorra, con el único candidato viable a la investidura que, nadie lo había hecho antes, va a crear un ministerio contra la despoblación y el reto demográfico, y que también ha sido el primero en aplicarse a ejecutar un convenio de transición ecológica que evite la pérdida de empleos tras el inminente cierre de la térmica de Andorra. Un candidato que en su respuesta al diputado Guitarte en el debate de investidura defendió las políticas que se están aplicando desde el Gobierno de Aragón para proteger a las comunidades rurales.
Teruel Existe ha sido una emoción y una tendencia transversal que ha reunido votos de la derecha, de la extrema derecha, de centro, aragonesistas y de la izquierda. Al dar el salto al Parlamento y al “mojarse” en una trascendental investidura obedeciendo a lo que con buen criterio creen que es el interés general, han perdido la virginidad del movimiento social para verse sacudidos por el ruido y la furia de la batalla partidaria.
Una batalla partidaria no por la cohesión territorial y social, ni por corregir la desigualdad entre los más vulnerables y los poderosos, sino por la hipotética ruptura de una idea de España que debe ser la verdadera.
Si a eso añadimos que en la capital, más conservadora que el resto de la provincia, recibieron alrededor del 47 por ciento de los votos frente a la media del 27, se puede entender esa fiebre de rabia e intolerancia, pintadas incluidas tachando de traidor al diputado Guitarte en su pueblo y en su comarca.
Ruido y furia -fue llamativa la fijación del portavoz de Vox con el diputado de Teruel Existe- y una agrupación de electores dando una lección de política al servicio de lo que consideran que es el interés general, que haya Gobierno. Eso sí, a un coste muy elevado.