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La Canal Roya

Foto: El Pirineo Aragonés

 

Nunca pensé que tuviera que escribir a favor del estado natural de la Canal Roya. Creía con ingenuidad que sus calidades, tan evidentes, la hacían inviolable, que cualquiera con un mínimo de amor a la montaña, de conocimiento, sensibilidad y respeto, la admiraría y protegería.

Pero mi confianza en quienes planean los destinos de nuestros territorios y paisajes de dominio natural ha sido una vez más defraudada y hay previstos proyectos de inversiones elevadas para convertirla en un soporte de pilonas, torres, cables, transporte mecánico por las alturas y remedo de parque de atracciones, que acabarán con el frágil legado de su espléndida muestra de naturaleza pirenaica. Tras la pérdida de Espelunciecha, al otro lado del collado, por mera expansión del terreno industrial a costa del natural, sacando dinero de donde no parece el fondo más adecuado, proseguirá tercamente la pérdida de espacio de valor natural por uno de los paisajes altoaragoneses mejor cualificados. Por esta Canal aún corren libres los viejos espíritus de la montaña, esquivos y delicados, pero huirán irremediablemente cuando comience la instalación de los teleféricos, al golpe del primer martillazo que suene en el valle, rebote en el Anayet y repita el eco del pico de Malacara.

No se hace, pienso, como pudiera parecer, por exclusivo deseo de dañar la naturaleza pirenaica, aunque quién sabe, sino para aumentar negocio. Pero todo tiene sus límites, señores, incluso el dinero. Si alguien propusiese hacer un aparcamiento en el lugar actualmente ocupado por el Museo del Prado, como algo mucho más útil para el vecindario, nos rasgaríamos las vestiduras.

Pues no es un caso diferente hacer de la naturaleza de la espléndida Canal Roya y su profundo misterio un carrusel para que tal reconversión incremente las ganancias en la industria del esquí. Si se tiene la gran suerte de poseer esta naturaleza tan valiosa, como aquí ocurre, hay que estar a la altura que reclama y preservarla. La justificación económica, aparte de discutible en sus mismos planteamientos, no da vía libre a embestir contra toda calidad territorial, sino que exige, al contrario, en un temple civilizado, un claro deber de cuidado y preservación.

De modo que hay dos modelos de actuación contrapuestos en la actuación en buena parte del espacio pirenaico. Uno, el vigente -como en el resto del espacio aragonés por ejemplo con los aerogeneradores-, es el de explotación como mero recurso especulativo, sin contemplaciones. Otro, el deseable pero no visible en casos como el de la Canal Roya, es el de atención, respeto y conservación, por sus altos e indiscutibles valores naturales y por su muy elevada capacidad educativa. Un equilibrio ponderado entre la consideración sectorial del territorio como un uso productivo y un explícito cuidado del paisaje excelente como un legado vendría a ser la opción propia de una gobernanza madura, ecuánime y que emprende acciones culturalmente responsables. No está siendo así, y la apuesta especialmente imprudente por la perturbación de paisajes tan valiosos como los de la Canal Roya en detrimento de su protección nos deja sin esperanzas.

Lugares tan notables -la Canal Roya es sin duda uno de ellos- tienen valores universales, no sólo locales, por lo que su petición de respeto nos alcanza a todos y por eso escribo estas líneas. Tal vez fuera lo mejor dejar la naturaleza como está, pero hoy sería cándido creer que, sólo por tener calidad, se respetará sin más. Por la amenaza constante que se cierne sobre ella en casos bien concretos, no sólo en abstracciones, es decir, localizables en el mapa, es necesario contraponer otro modelo territorial claro, basado en el conocimiento, la admiración, la mesura, la generosidad y hasta el afecto por los lugares. Nuestra propuesta es conocida y tiene dos actuaciones complementarias que, pese a su reiterado rechazo, volvemos a exponer: por un lado, hay que ampliar el reducido Parque Nacional de Ordesa, adosándolo al del Pirineo francés por la alta montaña, hasta incluir la cuenca del río Aguas Limpias. Por otro, debe culminarse la declaración definitiva del Parque Natural del Anayet, que contendría la Canal Roya hasta el valle del río Aragón, con suficiente grado de protección para evitar daños como el que se proyecta y avecina. Ambos parques, complementarios, deberían ser el objetivo explícito y esperable de un buen gobierno que amase de verdad los sitios que le corresponde administrar.

No confío en que sea así, por experiencias pasadas. Sólo me queda, por último, utilizar el recuerdo de una broma que un conocido escritor italiano escribió cuando se pretendió construir un teleférico al Cervino; dijo entonces que el fantasma de Whymper se aparecería de noche al ingeniero del proyecto para tirarle de las piernas cuando dormía. Cuenten con mi fantasma para hacer lo mismo con quienes pretenden algo parecido en la Canal Roya, en posible colaboración, ya se lo preguntaré, con los de Ramond y Briet. A mis años, no tengo ya nada mejor a que recurrir.

 
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Ramón Sáinz de Varanda, un hombre bueno

Foto: Juan G. González Misis / Archivo Heraldo de Aragón
 
Hoy 10 de enero, hace 31 años que falleció mi padre, Ramón Sainz de Varanda. Un hombre bueno. Un padre cariñoso. Un POLÍTICO con mayúsculas.
 
No soy muy dado a comentar según qué cosas en mi perfil de Facebook. Sin embargo, hoy quiero recordar la figura de mi padre que últimamente, ha sido denostada por los “nuevos demócratas”, por esos que han descubierto la democracia, y que según parece, no existía antes de su llegada.
 
Mi padre, vivió toda su vida luchando. Primero por sobrevivir, luego en pos de nuestra democracia, y finalmente, por los ciudadanos de Zaragoza.
 
Al inicio de la guerra civil, perdió a su padre y a dos hermanos, lo que le llevó directamente a pasar hambre. Hambre de la de verdad. Vivió de la caridad de terceras personas que ayudaron a los que quedaban de la familia. No obstante, no dejó pasar su oportunidad y gracias a las becas de estudios, se sacó el bachiller y la carrera con matrículas de honor. Nada más licenciarse, además de continuar en la docencia universitaria, se sacó la oposición de Jurídico Militar, y por si acaso, se metió de pasante en un despacho de Abogados.
 
Durante la dictadura de Franco, fue uno de los Abogados que prestaban sus servicios en el TOP, defendiendo a los “enemigos del régimen”. Ello le valió, junto a la defensa de algunos estudiantes, a ser expedientado de la universidad, y expulsado. Por demócrata.
 
En las Cortes Constituyentes, fue Senador por Zaragoza, y participó de forma muy activa en la redacción de nuestra actual constitución.
 
Y finalmente, en 1979, fue elegido Alcalde de nuestra Inmortal Ciudad. Como dijo él, el mayor honor que le podían hacer. Vivió por y para los ciudadanos de esta ciudad. Supo gobernar con una minoría de concejales, a base de negociar con el resto de las fuerzas políticas. Cambió la forma de actuar en la Institución Municipal, haciendo de ella una organización que se dedicaba por y para los ciudadanos. Para todos los ciudadanos. Con independencia de su clase social, de su etnia, de su ideología, de su barrio.... Pero si por alguien se desvivió, fue por los más necesitados, por aquellos que la sociedad había marginado y que vivían en chabolas o en infraviviendas.
Ello le valió no pocos problemas.
Pese a ello, obtuvo el mayor respaldo en unas elecciones democráticas que se ha visto en nuestra ciudad.
 
Sin embargo, hoy día, su persona es vista por los “nuevos demócratas” como parte de la oligarquía dominante en la ciudad. Hace poco, en una caseta financiada con fondos de nuestro Ayuntamiento, se califica su gestión de arbitraria y autoritaria (curiosamente pese a que gobernaba a base de pactos), se le achaca que entregó áreas de responsabilidad a determinados concejales de la oposición, como si fuese algo negativo (son incapaces de entender que toda la corporación municipal está para servir a la ciudad, y que si hay gente en la oposición que puede gestionar distintas áreas, dentro de los pactos a los que se llegue, la que gana es la ciudad, además de ser parte de la esencia de la democracia).
 
Pero lo que más me duele, es que se le achaque que derribase las chabolas de los gitanos, para poder traer al Papa. Si hay un colectivo por el que mi padre luchó denodadamente, fue el colectivo gitano. Luchó por él, mucho más que ningún otro político en esta ciudad. De hecho, me permito recordar que a su funeral asistieron múltiples representantes de los distintos colectivos romaníes, y tras su fallecimiento se le otorgaron reconocimientos por dicho colectivo. De hecho, el conflicto de las chabolas en el ACTUR, vino precisamente por tratar de alojar a los chabolistas en viviendas dignas, a lo que se opusieron los colectivos vecinales, que no querían tener a los gitanos cerca de sus casas.
 
Por eso, aunque sea en este medio, quiero tener un recuerdo para alguien que siempre me enseñó a ser honesto, a hacer las cosas que hay que hacer, aunque sean impopulares, a tener claros los principios y actuar teniendo a la vista el largo plazo, a dar más importancia al fondo que a la forma (aunque las formas también sean importantes), y que pasó su vida trabajando para los demás. Es cierto que no fue perfecto, pero si puedo asegurar que los actuales regidores de la Cuidad no le llegan ni a la suela de los zapatos.
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Eloy se inventó Aragón

"Eloy se inventó Aragón"

Texto original en el perfil de Facebook de José Luis Melero Rivas
 
Muchos somos los que hemos escrito estos días sobre Eloy: Vicente Pinilla, Ángela Labordeta, Mariano Gistaín, Cristina Grande, Antonio Ibáñez... En representación de todos nosotros, os dejo los artículos de Daniel Gascón y Antón Castro.
 
Daniel Gascón en 'El Periódico de Aragón'
"Eloy se inventó Aragón", ha escrito Mariano Gistaín, y José Antonio Labordeta dijo muchas veces algo parecido. «Tenían 30 años y sacaron Andalán. Y empezaron a recuperar una Aragón tan alucinante como hermoso. Y la izquierda. Y la cultura», escribe Mariano Gistaín en la reseña de sus memorias. Eloy Fernández Clemente, que nació en Andorra y ha fallecido en Zaragoza a los 80 años, fue básicamente un ilustrado. Como buen ilustrado, cultivó la razón y las pasiones, editó enciclopedias, creó un círculo de amigos y defendió la libertad. Fundó Andalán, dirigió la Gran Enciclopedia Aragonesa y la Biblioteca Aragonesa de Cultura y dedicó una cantidad asombrosa de trabajo a figuras y acontecimientos de nuestra historia: de Nipho a Costa pasando por Antillón o Zurita.
 
Esa labor de rescate nos permitió conocer mejor lo que había sucedido y fue decisiva para investigaciones posteriores. Como ha escrito José Luis Melero, es el gran historiador de Aragón. A veces encuentras algo, buscas un poco, y ves que Eloy ya había pasado por ahí. Esa atención al pasado iba unida a la atención al presente. Fernández Clemente, que tenía vocación pedagógica, fue editor de mucha gente, y siguió siendo lector y comentarista de libros y artículos.
 
Tenía un carácter por lo general tranquilo y casi morigerado, pero engañaba: también poseía el arrojo y la energía de lanzar proyectos, la persistencia para impulsarlos, la capacidad de gestionarlos. Fue independiente y fue valiente cuando serlo tenía unos costes. Su obra es amplia y dispersa: como ha escrito Melero esa cualidad, ese aire torrencial, tiene que ver con su carácter generoso. La curiosidad puede ser una forma de afecto y Eloy era un ejemplo claro.
 
No fue soberbio; ha tenido discípulos y ha animado a trabajar. Le gustaba contar chistes malos: uno de un gallego que enseñaba gallego a chinos en Londres, por ejemplo. (Se casó con una gallega, Marisa; ya se sabe que es una combinación imbatible). Decía mi primo que era el mejor profesor de la carrera. Me regaló una novela de Andreu Martín; decía que le gustaba leer novelas policiacas en la bañera. Cuando acabé en la universidad me dijo: haz las oposiciones y luego a escribir. El consejo me pareció excéntrico y luego he pensado muchas veces que llevaba razón. Leía algo tuyo y escribía para comentarlo. Se despedía diciendo: Abrazos crujientes. Dio cariño a mucha gente y mucha gente lo quería. Nos hizo mejores, deja un hueco inmenso y lo echaremos mucho de menos.
 
Antón Castro en 'Letras Libres'
La madrugada del viernes al sábado fallecía en Zaragoza el historiador, profesor, periodista y escritor Eloy Fernández Clemente (Andorra, Teruel, 1942-Zaragoza, 2022), que ha sido capital para entender de manera decisiva la historia de Aragón y, muy especialmente, la contemporánea. Su huella es indeleble: era un hombre apasionado, curioso, al que nada le era ajeno; llegaba a todas partes y a un sinfín de asuntos. Una de sus pasiones era compartir conocimientos, contagiar su curiosidad, sus deseos de vivir más a través de la emoción, la belleza, la amistad y el humor. Creía, con su paisano y casi vecino Luis Buñuel, que un día sin risa era un día perdido, y era profundamente mitómano, cinéfilo, un lector voraz, de casi todo, pero especialmente de novela negra. Una de sus inclinaciones, en todos los medios en los que colaboraba, era leer a los jóvenes y reseñar sus libros, con entrega y respeto, sin vinagre ni ira en el ordenador. En ese sentido siempre tendió puentes con las generaciones más jóvenes.
 
Dueño de una curiosidad insaciable, abrazó la Historia, el Periodismo y la Educación y se sintió cómodo en esas tres disciplinas, que para él eran auténticas vocaciones. De hecho, cursó tres carreras: Magisterio, Letras y Periodismo. Y son muchos los periodistas, pedagogos e historiadores que lo tienen como un referente: Mariano Gistaín, Luis Alegre, José Luis Melero, Jorge Sanz Barajas, Cristina Grande, Irene Vallejo o Víctor Juan Borroy, pero historiadores de amplio recorrido como Carmelo Romero, Julián Casanova, Miguel Ángel Ruiz Carnicer, Alberto Sabio, Pedro Rújula, Antonio Peiró, Ignacio Peiró, etc. La nómina sería bastante amplia.
 
Un puñado de hitos marcan su vida: durante los años 60 coincidió en Teruel, en el Instituto Ibáñez Martín y el colegio San Pablo, con José Antonio Labordeta y Juana de Grandes, con José Sanchís Sinisterra y Magüi Mira, y con jóvenes estudiantes tan conocidos como el periodista y escritor Federico Jiménez Losantos y el cantautor y escritor Joaquín Carbonell; cofundó con Labordeta la revista y también periódico Andalán, que perduró desde 1972 a 1987, fue director en dos ocasiones y estuvo una semana en la cárcel de Torrero. El proyecto Andalán, que recibió este año el Premio Aragón del Gobierno socialista de Javier Lambán, fue importante no solo en Zaragoza y Aragón, sino en todo el país: integró a profesores, políticos, historiadores, escritores y artistas, algunos tan conocidos como el catedrático de Literatura José-Carlos Mainer, el historiador de la Antigüedad Guillermo Fatás, los historiadores del mundo contemporáneo Juan José Carreras y Carlos Forcadell, el estudioso del mudéjar Gonzalo Borrás, y algunos narradores y poetas como Javier Delgado y José Luis Rodríguez, entre muchos otros, además, claro, del citado José Antonio Labordeta. Allí Eloy Fernández Clemente escribió de casi todo y en más de una ocasión la revista lidió con la censura y estuvo varias veces en el alambre del secuestro. Hace una década, con Cuco y Ramón Salanova y otros colaboradores, se creó una versión digital, Andalán.es y Eloy era uno de sus columnistas más activos.
 
Fue miembro fundador del Partido Socialista de Aragón, que luego se integró en PSOE, y dirigió, entre otros proyectos, la Gran Enciclopedia Aragonesa (1978-1982) de doce tomos, y la Biblioteca de Cultura Aragonesa (2001-2006), que publicó 50 tomos de asuntos muy variados: literatura, política, antropología, arte, memorias, música o cine; como cosa curiosa, José Antonio Román redactó para la serie la biografía de Julio Alejandro Castro, poeta, dramaturgo y guionista de Luis Buñuel, que realizó el grueso de su carrera en México y fue, además, el director de arte de Pedro Páramo de Carlos Velo.
 
Con todo, la trayectoria de Eloy Fernández Clemente excedió la materia aragonesa (alguno lo denominó “el inventor de Aragón” en su necrológica): se interesó por la política, la historia y la economía de Grecia (como se vio en Ulises en el siglo XX. Crisis y modernización en Grecia, 1900-1930) y Portugal, país al que amó con auténtica locura y al que le dedicó Portugal en los años veinte. Los orígenes del Estado Novo (1996) y luego la biografía novelada de Oliveira Martins, El portugués (2017). Se sintió muy cerca de Galicia, veraneaba siempre en Cariño (el pueblo de su mujer, Marisa de Santiago), en el cabo de Ortegal, y siempre fue un historiador meticuloso y trabajador que admiraba a Fernand Braudel, George Cheyne y Eric Hobsbawm, entre los extranjeros, a Manuel Tuñón de Lara, Juan José Carreras, Josep Fontana y Antonio Ubieto, entre los españoles.
 
Deja, en su abundante trayecto bibliográfico, más de 50 libros que abarcan muchos temas y bastantes nombres propios. Su primer libro fue La ilustración aragonesa. Una obsesión pedagógica (1969), fruto de su tesis doctoral; más tarde, insistió en el tema con otro volumen misceláneo: Estudios sobre la Ilustración aragonesa (2004). Supo trabajar en equipo y firmó libros conjuntos con Guillermo Fatás, Carlos Forcadell y Vicente Pinilla, entre otros. En 1975 dio a la luz el Aragón contemporáneo; en 1989 apareció una de sus aportaciones sobre Costa, al que al menos le dedicó cinco más: Estudios sobre Joaquín Costa (1989). Uno de sus grandes empeños fue Gente de Orden. Aragón durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1929), en cuatro volúmenes, y se sentía muy orgulloso de los dos volúmenes de Aragoneses en América. I. La emigración. II. El exilio; el primero redactado al alimón con Vicente Pinilla. Quedan otros títulos en el tintero pero se sentía especialmente contento con Introducción y edición de los Escritos económicos. México (1939-1969), del aragonés Manuel Sánchez Sarto.
 
Exhaustivo, amigo del alma de muchos compañeros, maestro de varias generaciones, viajero constante y profesor en distintas universidades, entre ellas la Nacional Autónoma de México, aún tuvo tiempo para redactar dos mil páginas de sus memorias, llenas de nombres, de hechos, de fotos, de instantes: un álbum familiar casi infinito de alguien al que le gustaba mucho la gente y que tituló El recuerdo que somos. Memorias, 1942-1972 (2010); Los años de Andalán. Memorias, 1972-1987 (2013); y Tesón y melancolía. Memorias, 1987-2012 (2015).
 
El pasado martes, 13 de diciembre, celebró con alegría y con amigos sus 80 años. Tras el anuncio de su muerte a consecuencia de un ictus, el documental Labordeta. Un hombre sin más de Paula Labordeta y Gaizka Urresti recibía el Premio Forqué, donde él tiene un papel importante, como ha contado Juana de Grandes, viuda de Labordeta. Eloy Fernández Clemente, simplemente Eloy, hubiera celebrado ese galardón por todo lo alto.
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Eloy Fernández Clemente

Eloy Fernández Clemente

Lola Campos

Original: Publicación de Facebook de Lola Campos

Eloy Fernández Clemente ha sido despedido por decenas de personas. Me sumo, resumiendo mis palabras para el acto en el cementerio, que fueron leídas por la gran Pepa Cabrera. En la foto estamos con Luis Granell y su ya viuda, Marisa Santiago, otra grande.
Querido Eloy, se pueden decir tantas cosas de ti, que cuesta elegir trozos de vida de tu apretada biografía. Tu exhaustividad es perenne.
 
Hace apenas medio año me pasaste la lista de las personas de Andalán ya desaparecidas. Eran cerca de cien, o más. A la hora de escribir, no tengo el dato a mano. La cifra, según tus palabras, era tremenda. Imagínate ahora, con las muertes de Luis Granell, José Luis Rodríguez, José Luis Lasala y tú mismo….. Tremendo y doloroso, paradójicamente, este año en el que celebramos los 50 años del nacimiento de Andalán, una de tus criaturas más queridas.
 
Se supone que yo hablo en nombre de todos aquellos periodistas que tuvimos en ti, y en tu grupo de amigos intelectuales, a unos maestros exigentes y brillantes. Somos muchos los que hoy podemos decir, con la cabeza alta y el corazón henchido, que nosotros estábamos ahí, con vosotros. Que somos ramas de vuestro tronco, que nos enseñasteis a querer a Aragón de verdad, por encima de otras consideraciones laborales e ideológicas.
 
Vosotros, gentes de la Enseñanza, la Economía, la Historia, la Cultura o los movimientos ciudadanos, nos ayudasteis a hincar raíces en la tierra fértil y honesta del periodismo, abonada por las ideas de muchas otras personas. En horas de duda, tuvimos la tentación de pensar que se nos había ido un poco la mano, en la defensa de nuestra gente. Pura ingenuidad de izquierdas, porque lo que ahora vemos, en tiempos desacomplejados de periodismo de trinchera, nada tiene que ver con nuestro entusiasmo y nuestra decencia.
Nos inculcasteis el respeto a la verdad y el compromiso con los suscriptores y lectores. No disponíamos en Andalán un libro de estilo, sino de la ejemplaridad de vosotros, los pioneros, y la complicidad en creer en Aragón. Tampoco necesitamos envolvernos en banderas, pues nuestra misión consistía en ser notarios de una actualidad a veces ocultada, en un paisaje al que pusimos identidad y orgullo, problemas y esperanzas.
 
Admirado Eloy, siempre me llamabas Lolica y me recordabas mis orígenes. Eras amigo de poner siempre las coordenadas personales a tu gente, lo que se agradecía de veras. La última vez que hablamos con algo de detenimiento, me recordabas - con esa memoria sobrenatural que admirábamos- que yo os cantaba la jota de La Palomica; ésa que levanta tanto el vuelo. No me acuerdo yo de semejante osadía, pero será verdad.
 
Pues, querido Eloy, ahora que tú también has levantado el vuelo, los periodistas que somos hijos y nietos de Andalán, te agradeceremos eternamente tu iniciativa de crear una revista con Franco aún en El Pardo; tu sabiduría, tu energía y tu cariño. Te llevas el nuestro, y el orgullo de haber transitado contigo un capítulo apasionante de la historia de Aragón.
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Memoria de los pequeños

Memoria de los pequeños

Plácido Díez

Original: Blog La carretera. Análisis y reflexiones de un caminante

Decisión tras decisión, el Gobierno de Aragón lleva una elogiable trayectoria con la reciente memoria histórica y democrática de Aragón. Algo que es de reconocer en estos tiempos en los que todo se consume aceleradamente, se dispersa la concentración, se echan en falta las miradas a medio y largo plazo y se nos están marchando de puntillas protagonistas de las últimas décadas en Aragón que, desde lo pequeño, han contribuido a mejorar la vida de todos.

Este preámbulo viene a cuento del reciente acuerdo del Ejecutivo autonómico de otorgar las Medallas del Mérito Turístico de 2022 a los pueblos recuperados de Ligüerre de Cinca, de Morillo de Tou, al santuario de Torreciudad y a la periodista Genoveva Crespo con la que he compartido de un modo u otro la mayor parte de mi trayectoria profesional. Genoveva  tiene una curiosidad inagotable y es una apasionada defensora de las bondades de nuestro territorio y de sus gentes. Ah!, y del periodismo de carretera y de contacto directo con las personas.

Quiero detenerme con más profundidad en el significado de la recuperación de esos dos pueblos de la comarca del Sobrarbe, que tuvieron que ser abandonados por la construcción de los embalses de El Grado y de Mediano.

Hacía muchos años que no pasaba por allí pero el pasado miércoles 27 de julio, con motivo del reconocimiento al médico del valle de Plan y coordinador del Centro de Salud de Lafortunada, Guillermo Bernués, me reencontré visualmente con ese rincón en el que tantos ratos felices pasamos en familia a finales de los 80 y principios de los 90.

Al circunvalar Ligüerre camino de Samitier, se me saltaban las lágrimas porque el día anterior había fallecido Agustín Cebrián, un sindicalista de la UGT, que fue uno de los líderes, “el alma” como dijo José Antonio Cid en la ceremonia civil de despedida, de ese gigantesco trabajo colectivo para reparar la herida de un embalse y para revitalizar un espacio en el que ahora hay un albergue, un camping, dos restaurantes, un hotel y cinco bloques de apartamentos turísticos.

En Ligüerre de Cinca disfrutamos de muchos fines de semana con nuestros hijos, compañeros del colegio público “Doctor Azúa” de Zaragoza, en un espacio de ocio integrado en la naturaleza que avanzaba año tras año gracias al titánico esfuerzo de los voluntarios sindicales y a la planificación de Agustín, de José Antonio Cid, entonces secretario general, y de otros dirigentes de la UGT.

Nuestros hijos continúan siendo amigos, y lo serán para siempre física y emocionalmente, y Ligüerre de Cinca, como Morillo de Tou con el esfuerzo y la dedicación de tantos afiliados y dirigentes de Comisiones Obreras de Aragón, “son ahora –como se lee en el decreto que firman el presidente Javier Lambán y el vicepresidente Arturo Aliaga– un gran foco de atracción, tanto de turismo familiar como de celebración de bodas y grandes eventos, tanto a nivel nacional como internacional”. Morillo de Tou cuenta con un albergue, un camping, un restaurante, dos hoteles y ocho apartamentos turísticos.

Todo eso ha sido posible gracias al trabajo colectivo, al voluntariado, a las firmes convicciones en la igualdad de oportunidades y a la coherencia. Valores que se hicieron música en el “A galopar, a galopar….” que cerró la ceremonia de despedida de Agustín Cebrián y que comparten todos los que trabajaron tanto en Ligüerre de Cinca como en Morillo de Tou.

En ese espacio a caballo de las comarcas del Somontano, del Sobrarbe y de la Ribagorza, también suman turística y culturalmente el santuario de Torreciudad, referencia del turismo religioso y mariano, y la Casa de los Títeres de Abizanda que hicieron realidad los Titiriteros de Binéfar, Paco Paricio y Pilar Amorós, con programaciones durante todo el verano, abiertas a la participación de otras comunidades autónomas, de teatro al aire libre, de arte vivo y de contacto con la naturaleza.

Los valores que he citado anteriormente son trasladables a otro sindicalista de la UGT de Aragón, Fernando Bolea, que falleció pocos días antes que Agustín, el pasado 3 de julio. Con Bolea tuvimos una complicidad especial porque la producción de General Motors en Figueruelas comenzó a los pocos meses del nacimiento de “El Día de Aragón”, el diario en el que comencé como colaborador especializado en la información laboral y económica.

Fernando Bolea venía del naufragio de las industrias del Metal de Zaragoza, Talleres Mercier, Ilasa, Taca, Tusa…, cuya caída a finales de los 70, cual fichas de dominó, viví como colaborador de “Andalán” en unos tiempos de una gran conflictividad social.

Ese trauma, él trabajaba en Talleres Mercier, le dejó huella en su acción sindical. Desde el primer momento, Fernando Bolea valoró lo que significaba la puesta en marcha de la planta de Figueruelas, cuya plantilla llegó a rondar los 10.000 empleados, para asegurar el futuro de tantas familias trabajadoras golpeadas por la inflación y por la inseguridad en Zaragoza y en su área de influencia.

Fue el primer presidente del comité de empresa en unos años, 1982 y 1983, muy difíciles porque el primer presidente de General Motors España (GME), Richard Nerod, recibía de mal grado las movilizaciones y las protestas sindicales para mejorar las condiciones laborales de la plantilla.

Fernando Bolea supo mantener el equilibrio entre la defensa del empleo y la continuidad de la empresa sometida a los vaivenes de unos mercados muy competitivosCreó escuela tanto en la forma de dirigir el comité de empresa como en las sucesivas consultas a la plantilla sobre los convenios, repitió como presidente del comité entre 1986 y 1997, entró a formar parte del comité europeo con sede en Fráncfort, cerca de las oficinas centrales de Opel en Rüsselsheim, y se puede concluir que Fernando Bolea asentó el modelo sindical alemán de corte socialdemócrata en Figueruelas.

Consistía en tirar de la cuerda pero sin romperla para no dañar al empleo, con flexibilidad para ser pioneros en la implantación del tercer turno, o turno de noche, y de los turnos de fin de semana con plus de remuneración.

Con el comienzo de este siglo llegaron las pérdidas a la planta de Opel, Fernando Bolea siempre decía que se hacían buenos modelos pero que no se sabían vender, se recortó sensiblemente la plantilla con el plan de ajuste “Olympia” pero el modelo flexible de relaciones laborales de Figueruelas fue clave para ganarle a la planta polaca de Gliwice, en plena deslocalización industrial hacia el Este, la producción del “Opel Meriva”, una decisión que garantizaba el mantenimiento de los puestos de trabajo tras la caída de las ventas del “Opel Corsa”. Después, en 2013, llegaría la adjudicación del “Opel Mokka” y cuatro años después la integración en el grupo francés PSA.

Fernando Bolea era un hombre muy reflexivo. Como comentó su hijo en el funeral, ante cualquier decisión difícil siempre decía “habrá que darle una pensada”. Le gustaba analizar detalladamente todos los escenarios antes de pronunciarse y siempre tuvo un trato receptivo y abierto con los periodistas. A mí nunca me falló como nunca olvidaré su presencia en el funeral de mi hijo David, el día más devastador de nuestras vidas. Había un hilo que nos unía profesional y humanamente.

De Fernando Bolea nos despedimos a primera hora de una tarde tórrida en un tanatorio pegado al cuarto cinturón, no lejos de su barrio de la Paz, con unas emotivas palabras de su hijo, que es un calco de su padre, y con la interpretación al piano del “Somos” de Labordeta y de la Internacional al cierre del oficio religioso. Entre viejos compañeros de la planta y del sindicato, y de directivos ya jubilados, la paradoja ceremonial, esa mezcla de oficio religioso, aragonesismo y justicia social, sonó a gloria. A paz social.

Fotos de la UGT Aragón y de Heraldo de Aragón

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