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Las "Canales Royas" de Aragón

Fuentes: Arainfo.org
Dibujo: Pilar Iturralde

 

Bien a pesar de sus promotores, que hubieran preferido mayor comodidad mediática, el proyecto de unión de las estaciones de esquí Astún-Formigal, a través de Canal Roya, se ha colocado en el centro de la actualidad. 
La sociedad aragonesa debería estar agradecida a los colectivos ciudadanos como la Plataforma en Defensa de las Montañas y otras que reclaman la necesidad de un cambio en el modelo de desarrollo y la forma de entender la relación entre el ser humano y su entorno en una lucha desigual contra la imposición de las variadas oligarquías que, desde antes de la Época de Joaquín Costa, han convertido nuestro país en una tupida red de clientelismo. 
De forma muy similar a Canal Roya, Ribagorza tiene su propia injusticia en el valle de Castanesa sin resolver y que, ahora que la actualidad nos lleva a la Canal Roya, estaría bien unir los dos extremos del pirineo aragonés en una reivindicación solidaria por un desarrollo racional de los territorios de montaña que supere los viejos modelos que algunos viejos se empeñan en reverdecer.
 

En la mesa redonda del pasado día 15 en el Paraninfo de Zaragoza en la que se mostró en toda su crudeza la barbaridad que supone la unión de estaciones de esquí Astún y Formigal a través de Canal Roya, se pusieron apellidos a la codicia aragonesa que, desde los franquistas años 50 e incluso antes, ha movido los hilos de cuanto se mueve en esta pequeña nación que tiene nombre de río.

Cuando se habla de la unión de estaciones que, si el buen juicio no asiste a nuestros gobernantes, va  a consumir el 80% de los fondos destinados a Aragón para “generar nuevo modelo turístico alineado con los retos de sostenibilidad” y que para el gobierno de la nación deberían ser “fondos destinados a tecnologías respetuosas con el medio ambiente”, se pone de manifiesto hasta qué punto el relato dictado por las familias del régimen económico y social de esta tierra, triunfa en la opinión pública.

En una visión más global de la realidad aragonesa, la constatación de este hecho que se ponía de manifiesto en el Paraninfo, es tan importante como la propia conciencia de la brutal agresión al medioambiente y a la inteligencia colectiva que supone la destrucción de Canal Roya. La imposición más o menos culposa de una narración dictada desde las diversas élites dirigentes y la asunción menos o más culpable de una “mayoría suficiente” de la población, configura una relación de autoridad y dependencia que marca profundamente la convivencia. Alguien podría pensar que en el fondo, la evolución política y social de los últimos 60 años, puede que sea una mera apariencia encubridora de antiguas costumbres que hunden sus raíces en un tiempo sin calendario.

Y esto se palpa en casos como la explotación industrial del turismo de nieve que unas veces destruye Castanesa, enriqueciendo a unos, y otras la Canal Roya, beneficiando a otros. Como sustrato a esos “unos” y a esos “otros”, hay muchos “otros” más, que callan y otorgan mientras dan por bueno los titulares de prensa o los análisis de las televisiones que, con una profesional puesta en escena, un buen programa meteorológico y unas cuantas jotas, pasan por medios de comunicación democráticos de un mundo libre.

Hay que decir que en esta tierra nuestra de cada día, hay muchas Canales Royas. Unas, en las montañas, más evidentes; otras, en forma de plantas fotovoltaicas o eólicas de producción de electricidad; otras en forma de explotaciones ganaderas cada vez más grandes, verdaderas fábricas de grasa y dinero.

Así podríamos hablar de un buen número de negocios, con una amplia repercusión en la naturaleza, en las rentas de los aragoneses, cada vez más asimétrica y en un triste desequilibrio territorial, que crecen en el vacío de las Españas para llenar los bolsillos de las élites.

Quien lea un poco los manifiestos y publicaciones que un día sí y otro también, los colectivos ciudadanos citados intentan introducir en el imaginario colectivo, podrán dar fe de que nadie se opone al progreso y a una forma de economía de mercado razonable y racional. Nadie está en contra de las estaciones de esquí, ni de la implantación de energías renovables, ni de la ganadería intensiva como tales formas de generar beneficio y salarios que, en un equilibrio siempre complejo, constituyen las rentas empresariales y del trabajo que hace viable un contrato social razonable en Aragón.

El problema surge cuando ese equilibrio se rompe y de pronto parece abrirse una barra libre a los beneficios inmediatos sin un análisis de las repercusiones económicas, ecológicas y sociales que puede tener en el medio del que, de una forma u otra, se extraen los recursos que permiten esas rentas de unos y de otros. De esa forma, los pueblos corren el riesgo de dejar de ser lugares de convivencia para convertirse en centros de negocio para quienes diversifican sus capitales en nuevos nichos de ganancias.

Aragón es un paisaje generoso y variado en el que puede caber (casi) de todo. Caben las estaciones de esquí que deberán adaptar su oferta a los nuevos tiempos que la emergencia climática impone; caben las centrales renovables necesarias para el consumo de sus habitantes y de sus industrias sin imposiciones y sin especulación y cabe la ganadería extensiva e intensiva que permita una vida digna a sus profesionales y equilibrio entre su actividad y el territorio que la sustenta.

En todos los casos es indispensable una ordenación rigurosa que es obligación de los representantes de la voluntad popular manifestada en las urnas y que debería estar presente en todo momento de la convivencia social a través de una sociedad civil sólida, formada e informada a partir de  narraciones que tienen que ir mucho más allá de los titulares de los periódicos o las sonrisas de los presentadores de la televisión.

Lo único que no debería caber, ni en Aragón ni en ningún sitio, es el exceso. El exceso con que las élites inundan/engañan la opinión pública para justificar un desequilibrio inadmisible desde una mínima ética social. Porque lo que vemos en las estaciones de esquí, en las energías renovables o en la ganadería industrial es un ejercicio de exceso y de profundo desequilibrio, todo ello envuelto  en  marketing y con el lazo del esperpento en que se convierte la política cotidiana que elude la sociedad civil y prefiere captar clientes.

Desde estas líneas invitamos a la sociedad aragonesa a la militancia activa, porque vivir es un acto de militancia, no un mero transcurrir de los calendarios sin tiempo. Esta tierra que se asoma ya a la celebración del día de su patrón y un poco más allá al momento de elegir a sus representantes públicos, debería ser muy cuidadosa en su análisis y sus valoraciones.

Falta poco para que buhoneros de la política y trileros de las ideas, salgan a los caminos en busca de clientes con que conformar la “mayoría suficiente” que permita la perpetua continuidad de sus privilegios y prebendas prometiendo, una vez más, que gracias a ellos, todo cambiará.

Buen momento para huir del ruido.

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La Canal Roya, el esquí, lo razonable y la ética

Foto: Enrique Ribas
 
NIX es una revista de esquí y no podíamos ponernos de perfil ante un tema tan preocupante y polémico. Esquiamos, fotografiamos y escribimos sobre esquí en la montaña virgen y en estaciones de todo el Mundo. Somos esquiadores y también amantes de la montaña, defendemos la existencia de estaciones y de su mejora, pero no a cualquier precio.

 

La Canal Roya es un río y valle del Alto Aragón, un valle alpino con una personalidad indiscutible y una belleza abrumante. En invierno está cubierto por varios metros de nieve y presenta su cara más inhóspita y salvaje pero para muchos la más atractiva, en verano su parte alta es una inmensa pradera de un verde rabioso que solo desaparece en los roquedos de las cimas y en los neveros que resisten al calor. Para un biólogo o un geólogo es un tesoro, para un esquiador o un montañero un paraíso y, para cualquiera, un paisaje de montaña prototípico del alto Pirineo con una belleza asombrosa que rebosa naturaleza prístina.

La Canal Roya tiene un problema y es su situación, que le hace ser un terreno natural de tránsito entre dos valles principales donde la industria del esquí se ha implantado desde los comienzos de este deporte en España hace casi un siglo. Una industria que ha activado (indudablemente) la economía de los valles de montaña y ha mejorado el nivel de vida en estas zonas y en las adyacentes.

El conflicto viene cuando esta industria que aporta riqueza, también implica expansión y demuestra una voracidad enorme para convertir las áreas naturales y los espacios vírgenes en terreno para sus instalaciones y, consecuentemente, su transformación en lugares civilizados, sembrados de macro-estructuras, materiales artificiales y atravesados por pistas acondicionadas para facilitar la práctica del deporte de esquiar. 

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La Canal Roya y el progreso

Foto: Pedro Nicolás Martínez
 
Pocas veces es tan claro que hay modos falaces de vender el progreso y la solidaridad con sectores sociales desfavorecidos como en el caso de los argumentos que se aducen para la unión mediante una larga telecabina de las estaciones de esquí de Astún y Formigal por el valle pirenaico de Canal Roya.
 
El argumento de que el esquí es el motor económico, único e imprescindible, y por ello necesitado de ampliaciones faraónicas, para sacar del ostracismo y la pobreza a un mundo rural apartado y maltratado, es eso, simplemente falso y falaz. En mi opinión es la demostración de una actitud roma, miope y anacrónica, y de no reconocer las evidencias que los procesos naturales nos están mostrando. Dicha actitud, dado que no puede estar basada en la desinformación, sólo puede deberse a una codicia cortoplacista, no sólo económica sino también de poder.
 
Es claro, para todo aquel que no tenga intereses más o menos inconfesables, que es un proyecto insensato, innecesario, sobredimensionado, lesivo ambientalmente y de complicadísima reversión cuando llegue la inevitable verdad, la que nos dice que ya y en el futuro sólo es posible un esquí moderado y de calidad, adaptado a la realidad climática que irrumpe veloz e imparable, y que por tanto el modelo de desarrollo económico de los valles montañosos ha de ser revisado y rediseñado, como de hecho ya lo está siendo en algunos lugares.
 
Sin embargo, en un ejemplo descorazonador del retorno a las peores épocas de burbujas y desaguisados inmobiliarios costeros, se plantea como un gran avance, y nos quieren convencer de su excelencia, una infraestructura que violenta y destruye las reconocidas cualidades ambientales, biológicas, geológicas y paisajísticas, de un lugar de primera calidad del Pirineo. De tan alta calidad que hace años estuvo propuesto como parque natural, es decir como espacio protegido, y que se sepa no ha perdido, al contrario de lo que puede ocurrir si llega la malhadada telecabina, sus cualidades naturales.
 
Es el retorno a las cavernas; es volver a construir por construir que al final algo queda, bien es cierto que casi todo lo que pueda quedar lo hará en las manos de unos pocos, y es, y el tema no es menor, una muestra de cómo el viejo caciquismo decimonónico, ahora personalizado en poderosas empresas que tejen una telaraña de presiones y favores, sigue en muchos lugares más presente de los que nos gustaría admitir, lo cual no debería ocurrir en una sociedad avanzada y de auténtico progreso.
 
Añado a lo dicho unas reflexiones de carácter personal. No he visto nunca emocionarse a nadie ante una telecabina por más moderna que esta sea. Sí he visto, y en infinidad de ocasiones, a muchas personas maravillarse, e incluso dar un giro positivo a sus vidas, cuando han encontrado en un valle o una cima la armonía con un paisaje valioso, un espacio lleno de sugerencias y significados sobre la Tierra que habitan, lugares que propician vivencias que les han permitido conocerse y crecer.
 
Es en esta dirección donde debe ir, y estoy seguro que inevitablemente irá, el progreso de una sociedad culta, sensible e informada y no en la empecinada en perpetuar modelos obsoletos y superados.
 
El conflicto que se ha suscitado sobre el proyecto de la Canal Roya es tan paradigmático sobre dos modelos de entender la vida y el futuro, que los que creemos en una relación armónica con la naturaleza como herramienta para una vida digna, no debemos permitir que este aberrante proyecto vaya adelante. Además, si es utilizando fondos europeos, creados con la mirada puesta en una nueva generación y con el objetivo de fomentar el desarrollo de una sociedad más sensible con lo ambiental, el caso se erige como un monumento a la incoherencia, el bochorno y la desvergüenza.
 
Por ello, independientemente de nuestras adscripciones políticas, de nuestra educación, de nuestra edad, de nuestra condición de esquiadores, montañeros, ecologistas, turistas, hosteleros, urbanitas, de rurales o neorrurales, o de ajenos y lejanos a todo lo anterior, sólo, por tanto, en nuestra condición de ciudadanos responsables y comprometidos con una sociedad que avanza sin olvidar a nadie, pero sin arrasar y despreciar suicidamente lo natural, impidamos con nuestras palabras, firmas, razones y argumentos el irresponsable proyecto del paso de una telecabina por la Canal Roya.
¡Salvemos la Canal Roya!
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Carta abierta al presidente Lambán

 
Sr. presidente del Gobierno de Aragón:
 
Sé que es altamente improbable -por no decir imposible- que esta carta abierta acabe cayendo en sus manos, pero no por ello voy a dejar de decirle lo que honestamente pienso de su actitud en relación con la conexión mecánica entre Astún-Candanchú y Formigal a través de la imponente Canal Roya.
 
Creo que los argumentos esenciales sobre este asunto, sin olvidar los éticos, fueron aportados ya en el artículo que el insigne pirineísta y glaciarista, catedrático emérito de la Universidad Autónoma de Madrid, Eduardo Martínez de Pisón, publicó en "Tribuna ajena" de "Heraldo de Aragón" a comienzos del presente año, por lo que no osaré abundar en ellos.
 
Sí quisiera señalar, por mi parte, que no sé si ha reparado Vd. en la tremenda injusticia y aberración que supone utilizar un bien comunal como es la Narturaleza y sus paisajes aún vírgenes en beneficio exclusivo del negocio del ocio de la nieve y de todo lo que lo rodea. Un paisaje que heredamos de nuestros ancestros, que disfrutamos nosotros pero que tenemos el imperioso deber moral de legar intacto a nuestros descendientes. Hablaba Vd. ayer de "unas cuantas pilonas" y de que, en todo caso, el proyecto "es reversible".
 
Por otra parte, imagino que recordará Vd. bien que en plenas Navidades pasadas, no había nieve esquiable en el Valle del Aragón y que, de seguir así la evolución del cambio climático, tampoco la habrá en la ya cercana Semana Santa.
 
En conclusión, ¿qué intereses se esconden de verdad bajo ese palmario "pan para hoy....y hambre para mañana"?
 
Soy nacido en el Pîrineo y montañero en mi juventud por lo que, como puede imaginar, sé de lo que hablo. A lo largo de mi vida, he visto morir pueblos enteros como Tiermas, Esco, Lanuza, Búbal, Polituara, Mediano, etc..(por lo hablar de los del Bajo Ebro, como Fayón o la Mequinenza de Jesús Moncada) y todas ellas fueron muerte irreversibles y en favor de otros (empresas hidroeléctricas, lejanos regantes, etc.). He visto nacer Astún y la parte esencial de Formigal y Cerler.
 
Eran otros tiempos, ciertamente y el mal ya está hecho y no tiene remedio, Pero ¿por qué ahora ese empeño de destrozar la bellísima Canal Roya en favor de unos cuantos, pocos, y a costa de una Naturaleza que es de todos?. Acabamos de entrar en un año electoral e imagino que necesitan Vds. promesas que airear aunque acaben incumpliéndose, La fuerte y crecientes contestación al proyecto que venimos observando me hace confiar en que, tarde o temprano, acabarán dando marcha atrás. Pero ¿y si al retirarse la nieve comienzan a trabajar las máquinas por aquello de los hechos consumados y de ese tan aragonés "Ande o no ande, burrico grande".
 
Sr. Lambán: tanto Vd. como yo, como todos los humanos, nacemos con fecha de caducidad y poco sería de extrañar que un día, quizás no lejano, alguien escribiera en una pilona de telecabina que profane la Canal Roya. el nombre y el apellido de aquel Presidente que autorizó semejante atentado. En todo caso, que Vd. y sus cómplices sepan, aunque nunca lo lean, que tal atentado se ha cometido NO CON MI SILENCIO.
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Adios a Juan José Jorda

Foto: Ayuntamiento de Zaragoza

 

Adiós a una referencia del movimiento vecinal de Zaragoza.

En estos tiempos de vértigo informativo, y de debates líquidos y muchas veces frívolos al ritmo que marcan las redes sociales, es obligado detenerse, dedicar unas líneas, a aquellas personas que han contribuido decisivamente a mejorar la vida de los que le rodean y que se están marchando de puntillas, con la misma sencillez y discreción con la que vivieron.

En la persona y en la trayectoria de Juan José Jordá, que acaba de fallecer, hay que reivindicar la mirada de horizonte y el análisis de larga duración, 54 años de la constitución de la Asociación de Vecinos del Picarral, que años después se rebautizaría como Salvador Allende.

 

Fue la primera Asociación de Vecinos que echó a andar en Zaragoza en 1969, al calor de la parroquia de Belén, de jesuitas como Luis Anoro, gran amigo de Juan José Jordá, de cristianos de base y de activistas. La del Picarral fue determinante para que surgieran otras asociaciones vecinales en los barrios tradicionales de la ciudad, en las Delicias, en Las Fuentes, en San José, en Torrero, en Oliver, en Valdefierro…..Entre los impulsores de la Asociación del Picarral estaban Juan José Jordá, Carmen Redondo, Paco Asensio, Rafael Martínez, Bienvenido Buil y Antonio Sofín.

 

Paradójicamente, la chispa que encendió el movimiento vecinal en el barrio fue el agua que no tenía presión para llegar más allá de un tercer piso. En plena dictadura, en un barrio con aires manchesterianos, se consiguió que se construyera el colector de San Juan de la Peña y, a partir de ahí, se avanzó paso a paso en la revitalización integral de un barrio en el que los vecinos convivían con los humos y el ir y venir de los camiones de las factorías (la antigua Campoebro, Saica y la trasladada Aceralia), con calles sin asfaltar que atravesaban los tanques que se dirigían al campo de maniobras de San Gregorio, y con muchas familias económica y socialmente vulnerables.

 

La Asociación de Vecinos del Picarral Salvador Allende era una familia de familias, orgullosas de haber institucionalizado los campamentos de verano en Pineta que les permitían reforzar las relaciones vecinales, sociales y afectivas, y disfrutar del Pirineo. Orgullosas también de haber creado un banco de imágenes del barrio (https://fotosdelpicarral.wixsite.com), del que ha sido uno de los motores principales el fotógrafo Daniel Pérez, con el que coincidí en el periódico “El Día de Aragón”, de haber mejorado la calidad del aire, de haber peleado contra los desahucios de viviendas y de contar con iniciativas modélicas de inclusión social como la Fundación Picarral o de educación medioambiental como la editorial Prames.

 

Juan José Jordá, que recibió la distinción de zaragozano ejemplar en 2013 cuando era alcalde Juan Alberto Belloch, representa a todos los activistas vecinales que han peleado sin desmayo durante años, buscando el apoyo de los medios de comunicación, por hacer una ciudad más humana y más cohesionada socialmente.

Jordá siempre decía que, para que la sociedad funcione, la democracia y la participación ciudadana debían ir juntas.

Algo que exige tenacidad y un gran esfuerzo cotidiano que se ha de conciliar con la vida laboral y familiar.

 

A Juan José Jordá le debemos un trozo de horizonte y de memoria, a él y a todos los que a lo largo de estos 54 años han construido desde los movimientos vecinales una Zaragoza mejor en equipamientos, en infraestructuras, en servicios públicos, en cohesión social y en igualdad de oportunidades.

 

Adiós, Juan José. Nunca olvidaré tu sonrisa y tu receptividad con los periodistas. Me hacías feliz cada vez que me invitabas a alguna actividad o conmemoración en la asociación de vecinos Picarral Salvador Allende. En estos tiempos de pantallas, de miradas cortas y efímeras, seguimos necesitando muchos activistas como tú que estén cerca de los ciudadanos, que pisen la calle, los pasillos y los despachos de las instituciones.

 

Un fuerte abrazo a tu familia.

A ti te canto, Picarral.

Aún eres como herida abierta.

Tú llegarás a ser abrazo.

No solo serás barrio, serás un hogar.

Porque la lucha aún no es la meta,

el campamento,

como sembrar.

Pero asociarnos,

tener cultura,

ser solidarios,

ya es cosechar.

A ti te canto Picarral...

No sufras solo,

a nadie dañes.

Donde haya vida,

pon libertad.

Todos iguales,

ninguno encima.

¡Cambia tu barrio

y tu ciudad!

Canción escrita por Luis Anoro que se canta con la música de "Un fiume amaro" de Iva Zanicchi.

 

*En la fotografía también aparece otro zaragozano ejemplar, José María Aguilar, que fue presidente de la Unión Vecinal Cesaraugusta y presidente de la Asociación de vecinos Agustina de Aragón.

 
 
 

 

 

 

 

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