Texto publicado por Miguel A. Gracia Santos en su blog consultoraeuropea
Hacía días que no escribía en el blog. La verdad es que la manifestación del 31 de marzo, la de la “revuelta de la España vaciada”, me había dejado un tanto desangelado. He escrito ya en varias ocasiones en este blog que no comparto el modelo de desarrollo y una buena parte de las reivindicaciones de este movimiento, puesto que me parecen, no injustas, ni tal vez equivocadas, sino fundamentalmente obsoletas. Y no digo obsoleto desde una posición “snob”, de quien presume de estar a la última, sino obsoleto en un sentido real, de anticuado, de querer hacer valer un modelo de poblamiento, un modelo económico y un modelo de servicios propio del siglo XIX en lugar de del siglo XXI.
Lo que no quiere decir, atención, que el modelo del siglo XXI, de las décadas próximas, ofrezca siempre un panorama halagüeño, como describíamos hace poco al hablar sobre la sociedad 5.0. Un mundo supertecnificado es también un mundo donde el factor trabajo va a valer cada vez menos, y donde el empleo, el trabajo tal como lo concebimos desde la Revolución industrial, está desapareciendo. Y el efecto de esta “fin del trabajo” no tiene por qué ser un mundo donde la gente se libere, disfrute de su libertad sin trabajo y se dedique a leer, cultivarse y disfrutar del mundo…puede ser también un mundo de personas sin “valor” para la sociedad y para ellas mismas.
Imaginemos. Yo lo he escrito ya en algunas ocasiones. En una zona rural despoblada, ya no hacen falta carreteras ni autovías porque los coches son autónomos y vuelan; la mayor parte de los trabajos del campo serán realizables por máquinas: los tractores andarán solos y sabrán lo que tienen que hacer, los drones vigilarán el ganado la mayor parte del año, máquinas forestales autónomas y alimentadas por energía solar podrán realizar solas trabajos pesados de limpieza del monte, vehículos sin conductor podrán transportar mercancías…hasta un secadero de jamones podrá ser un entorno totalmente robotizado y automatizado, donde todos los parámetros de la producción estén monitorizados y controlados en tiempo real…
La incorporación de esta tecnología al medio rural puede verse inicialmente limitada porque la baja productividad del sector primario dificulta la inversión (al hacer más difícil su recuperación), pero conforme avanzan modelos colaborativos de desarrollo de producto, como las impresiones 3D, el coste marginal de introducción de esa tecnología podría reducirse de forma exponencial (siguiendo la misma curva de introducción tecnológica que ha permitido que, hoy en día, todos tengamos en nuestro bolsillo un smartphone con una capacidad de computación cientos de veces más potente que el ordenador del Apolo XI que llevó hombres a la Luna).
Pero esta visión, llevada al límite, nos haría preguntarnos: si la tecnología puede desempeñar la práctica totalidad de las tareas o trabajos propios del medio rural o ligados a su mantenimiento, ¿para qué queremos población? Esta cuestión pone en duda uno de los argumentos clásicos de las plataformas contra la despoblación, que precisamente dicen que “hace falta gente para mantener el medio natural”, pero este argumento hoy, en 2019, ya no es tan evidente…
Tal vez hayan visto la película “Wall-E”: en ella, un robot llamado “Wall-E” está solo en una Tierra desolada, abandonada por los humanos que la han aniquilado, y está encargado de recoger y empaquetar sin descanso las toneladas de residuos, restos de la civilización humana. Una visión distópica del mundo futuro tal vez podría darnos una imagen parecida: un medio rural abandonado por los humanos, donde las aldeas y pueblos han desaparecido, y un ejército de robots realizando todas las tareas del campo. Y las ciudades, sumideros de metal y hormigón y personas, como la Trántor de Asimov, recibiendo todos los días la producción agraria prácticamente automatizada, y a los inmigrantes del campo que, sin trabajo, engrosan las filas del ejército de reserva urbano…en una especie de Elysiumsin base espacial en órbita.
Ahora que me doy cuenta, no me quería poner apocalíptico ni peliculero… pero sí conviene ser conscientes de algunas tendencias que arroja el actual modelo económico, el de la industria 4.0, el de la deslocalización permanente, el mega-poder de las corporaciones, la pérdida de importancia del factor trabajo y la precarización de las relaciones laborales y las relaciones humanas en general. Es un escenario probable, no digo inevitable, pero la reivindicación del mundo rural, todavía muy basada en una suerte de regeneracionismo decimonónico, haría bien en, por lo menos, tener en cuenta algunos de los rasgos de dicho escenario.