Análisis y reflexiones de un caminante
En el condado de Kemper, en el estado de Mississippi, muy cerca de un municipio de poco más de mil habitantes, DeKalb, se enterraron el pasado verano 7.500 millones de dólares –el presupuesto inicial era de poco más de 2.000- y muchas esperanzas para la captura de dióxido de carbono de lignitos de baja calidad, de lignitos sucios, y, en definitiva, para producir electricidad del denominado carbón limpio.
Southern Company, la segunda compañía de servicios públicos de Estados Unidos, tiraba la toalla el pasado 27 de junio después de años de presupuestos agotados, plazos de construcción incumplidos y posverdades grandilocuentes del presidente Trump que, en el discurso del Estado de la Unión, anunció que “hemos terminado la guerra con la energía estadounidense y la hemos terminado con carbón hermoso y limpio”.
La planta de alta tecnología de Kemper, que iba a señalar el camino para una nueva generación de centrales eléctricas de carbón de gasificación integrada en ciclo combinado, chocó con los precios del gas natural pero, como ha revelado una investigación en primicia del diario “The Guardian”, se estrelló sobre todo con los problemas de construcción y de diseño, como la aparición de burbujas en los gasificadores o la baja tasa de disponibilidad (la relación entre producción efectiva, el tiempo que puede estar en funcionamiento, y las horas de reparaciones y mantenimiento).
World Oil Services, un consultor contratado por la Southern Company en 2012, concluyó que el diseño de Kemper solo garantizaba que, entre el tercer y quinto año, podría funcionar con carbón entre el 30 y el 45 por ciento del tiempo.
Varios ex ingenieros sureños explicaron que, a menudo, los trabajadores de la construcción carecían de las juntas, pernos y soportes de tubería adecuados para conectar los más de 300 kilómetros de tuberías de la planta de Kemper pero los gerentes les ordenaron instalar las tuberías de todos modos. Se trataba de trasladar que se estaba trabajando y aparentar que todo estaba en orden.
Anomalías que, según la investigación del diario británico que firma Sharon Kelly, se ocultaron para continuar dando falsas esperanzas a los mineros y a los accionistas de la compañía, difundiendo falsamente durante años que la innovación estadounidense había encontrado el camino para el denominado carbón limpio.
Fue un proyecto de energía del siglo XXI tan complejo –un monolito de 15 pisos de tuberías rodeado de torres de acero y edificios blancos en medio del bosque de árboles de hoja perenne y tierra roja que resulta tan familiar también para los habitantes de la cuenca de Andorra-Sierra de Arcos- que cautivó a expertos de Arabia Saudita, Japón y Noruega, que impresionó al director de las Naciones Unidas para el Centro y Red de Tecnología del Clima, Jukka Uosukainen, y que la propia compañía llegó a comparar con el plan especial del presidente Kennedy de la década de los 60 para llevar al hombre a la luna.
La decisión de la Southern Company ha acarreado la pérdida de 75 empleos en la minería del carbón, la mitad de los que viven en el condado de Kemper donde la tasa de paro es del 7,1 por ciento, tres puntos por encima de la media nacional. El que, en palabras del director ejecutivo de la Autoridad de Desarrollo económico del condado, Craig Hitt, iba a ser el proyecto más grande en la historia de Kemper, probablemente en el estado de Mississippi, se ha convertido en uno de los grandes fiascos de la era Trump.
Como apunta Sharon Kelly, el fracaso de Kemper tendrá un profundo impacto en los planes internacionales para frenar el cambio climático que, en gran medida, dependen del rápido desarrollo de la tecnología para capturar el carbono y almacenarlo, tecnología que hasta ahora ha mostrado poco progreso.
La planta de Kemper estaba programada para ser la planta más grande del mundo de captura de carbono del lignito sucio, promocionada como la primera de muchos proyectos similares en todo el mundo, y la única planta de carbón construida desde cero con captura de dióxido de carbono. Ahora funcionará a partir del gas natural, sin captura de dióxido de carbono. Un final amargo porque la Southern Company podría haber construido una planta de energía de gas con menos del 10 por ciento de la inversión realizada.
El portavoz del grupo ecologista Sierra Club en Mississippi, Louie Miller, afirmó en el informe de “The Guardian” que “les dijimos hace años que esto era una fachada” y añadió “creo que en algún momento va a haber una gran venta de chatarra”.