OPINION

Pensiones y Seguridad Social (I)

El sistema que pudo ser válido al principio de la democracia, debió ser modificado a medida que los actores que intervienen en el mismo empezaron a vivir en una realidad distinta.

Hace ya mucho tiempo que suena un run run sobre el grave peligro que acecha, no ya a la hucha de las pensiones, sino al sistema de pensiones en general.

El sistema que pudo ser válido al principio de la democracia, debió ser modificado a medida que los actores que intervienen en el mismo empezaron a vivir en una realidad distinta.

El sistema actual se sustenta en un procedimiento de reparto mediante el cual, los activos pagan y los pasivos cobran. Es un sistema sencillo y que ha funcionado cuando el número de activos supera ampliamente a del los pasivos.
Pero la realidad económica mundial ha cambiado, el desarrollo tecnológico, la globalización y la crisis mundial ha provocado que el número de activos descienda considerablemente y al ser las nóminas de los trabajadores el sustento del sistema, la caída de estas lo ponen en peligro.

Tenemos en nuestros gobiernos, gabinetes de estudios, gurús de la economía, miles de asesores que coinciden en el diagnostico pero que para nada hablan de su solución. No se sabe si es por miedo a la verdad, por miedo a la perdida de los sillones o por incompetencia de nuestra clase política, pero la realidad es que la hucha se ha vaciado a pasos agigantados y el sistema amenaza con su insostenibilidad.

Un ejemplo muy simple sirve para explicar el porqué de la situación y el porqué de la exigencia de un cambio en el sistema. Hace ya muchos años que el desarrollo tecnológico ha puesto en la calle a millones de trabajadores, generando un paro estructural que difícilmente los gobiernos han sabido controlar. Las maquinas han sustituido al hombre y así una empresa que contaba con mil quinientos trabajadores hoy puede producir lo mismo, o más, con tan solo quinientos. Pero ¿Qué ha pasado a efectos de contribuir a la caja de las pensiones SS?

La aportación a la caja común se ha reducido en mil personas y han crecido el número de las personas que pueden necesitar ayudas a corto plazo, que ven disminuidos su periodos de cotización y que directa o indirectamente engrosan las filas del desempleo con una difícil recolocación. Paralelamente cada día se van quedando fuera del sistema de pensiones más ciudadanos que por sus situaciones personales no han podido alcanzar los mínimos exigidos para alcanzar el derecho a una prestación.

El Estado se ve en la obligación de establecer prestaciones con diferentes nombres para esas personas de forma que el último tramo de su vida no esté acompañado por la miseria y el abandono.

Primero fue la reconversión industrial (altos hornos, astilleros, minas etc.) paralelamente y en silencio el número de activos del sector agrario ha ido reduciendo su número hasta acercar la población agraria a índices europeos, el sector bancario, las empresas energéticas y de comunicación y todos los sectores empujados por la revolución tecnológica, han ido disminuyendo los trabajadores y por tanto su aportación a la SS.

Esta situación obliga a un cambio en los sistemas de recaudación y reparto que haga posible que la última parte de la vida de muchos ciudadanos no se arrastre por la miseria y puedan finalizar su existencia de acorde a lo que se espera de un país que pregona en su Carta Magna que se constituye en un Estado Social y Democrático de Derecho.