ECONOMIA OPINION POLITICA TERRITORIOS

La felicidad en las zonas rurales

Una característica de todo lo que ha venido rodeando el discurso en torno a la despoblación, a la España vacía y todo eso, es el tremendismo: hay quien pretende repoblar la España vacía, mientras al mismo tiempo la califica de “Laponia española”, de “zona cero de la despoblación”, de “enfermos terminales”, o mientras se deja caer que sus vecinos son alienados o algo peor...en resumen, dando ánimos y esperanza para que la gente -sobre todo la gente joven- se plantee algo parecido a un proyecto de vida allí...en fin.
Texto publicado por Miguel A. Gracia Santos en su blog consultoraeuropea

Original aquí.

Hace varias semanas que no escribo en el blog, y que no hablo de despoblación. De hecho, empezaba a preocuparme la posibilidad de estar formando parte de esa cohorte de expertos en despoblación “que se encuentra uno hasta en la sopa”. Así que, visto que nuestras opiniones o visiones tienen un alcance o importancia limitadas, nos dedicaremos a bloguear sobre perspectivas menos trabajadas en eso que llamamos desarrollo local o rural.

Una característica de todo lo que ha venido rodeando el discurso en torno a la despoblación, a la España vacía y todo eso, es el tremendismo: hay quien pretende repoblar la España vacía, mientras al mismo tiempo la califica de “Laponia española”, de “zona cero de la despoblación”, de “enfermos terminales”, o mientras se deja caer que sus vecinos son alienados o algo peor…en resumen, dando ánimos y esperanza para que la gente -sobre todo la gente joven- se plantee algo parecido a un proyecto de vida allí…en fin.

Porque una cuestión que habría que plantearse es, sencillamente, ¿es feliz la gente que vive en las zonas rurales? Tal vez sean pocos, y cada vez menos, pero, ¿son felices quienes viven en esos “remansos asolados”, en esos pueblos de 100 o 200 habitantes, en rincones no especialmente paradisíacos, ni aparentemente atractivos, lejos de la ciudad y de casi todo…? Me da la impresión de que la lectura tremendista antes mencionada, plantea una visión muy negativa de las zonas rurales, como espacios sin futuro (porque no lo tienen/tenían, o porque se les niega/se les ha robado), y el corolario de este razonamiento sería que la gente que allí vive es infeliz, está “atada” a la tierra, y no se va porque no tiene otro remedio, no tiene dónde ir, o no tiene la fuerza de carácter como para tomar esa decisión, en una especie de darwinismo social que da a entender que emigran las personas de más iniciativa y valía, y se quedan los más torpes…

Igualmente, esa visión da a entender también que, en contraposición, existió un tiempo en que se vivía más feliz, en una especie de “Arcadia rural” donde el campo estaba lleno de campesinos felices que cultivaban la tierra y ordeñaban sus vacas y se alimentaban de sanos productos, y marcharon de allí expulsados por la economía de mercado, como Adán y Eva del paraíso (un discurso crepuscular, como lo son el fin del mundo gaucho en el “Martín Fierro” de José Hernández, o el final de la aristocracia rural de “Bearn o la casa de las muñecas”, de Llorenç Villalonga, o la “Balada de Cable Hogue”, de Sam Peckinpah). Si bien es cierto que la expulsión de la población campesina es un proceso buscado -como ya documentó Karl Polanyi en “La gran transformación”-, no es menos cierto que las condiciones objetivas de vida en los pueblos han sido siempre muy duras y, sin entrar en disquisiciones, era muy normal que mucha gente dejase su pueblo sin perspectivas y sin comodidades, para ir a vivir a una ciudad, donde trabajando ocho o diez horas al día (y no de sol a sol) se podía vivir en una casa con calefacción, comer tres veces al día y hasta ahorrar dinero para el futuro.

¿Y hoy? ¿en la España despoblada de hoy? ¿es feliz la gente que allí vive? ¿lo es más o menos que la gente que vive en las ciudades? ¿qué elementos los diferencian? ¿qué papel juegan las perspectivas materiales -trabajo, dinero, servicios públicos-, en la configuración de la felicidad? ¿basta la tranquilidad y el aire puro, para “ser feliz”…?

Fuera de España, un estudio realizado en 2014 en Escocia (que parece ser el “modelo a seguir” en esto de la despoblación) sobre casi 2500 individuos, arrojó datos muy interesantes (o que, al menos, ponen en cuestión la bondad de determinados modelos desarrollistas):

Existe un alto nivel de bienestar subjetivo entre las personas que viven en el medio rural, a pesar de las desventajas estructurales del mismo (limitado acceso al mercado de trabajo, limitado acceso a servicios de salud, educación o formación). Esto es atribuido tanto a las características de las áreas rurales que afectan positivamente al bienestar, como a la existencia de comunidades cálidas y que apoyan, como al hecho de que la gente del medio rural valora otras cosas y de modo distinto que las del medio urbano.
Hay una evidencia estadísticamente significativa de mayor satisfacción con la vida entre las personas que viven en áreas remotas de Escocia, frente a los que viven en zonas no rurales (de Escocia).
En cambio, no hay evidencia de esta diferencia entre quienes viven en zonas rurales accesibles y zonas urbanas, y tampoco se encontró una diferencia respecto a la idea de “calidad de vida” entre las zonas urbanas y rurales.

Vivir en una zona remota incrementa la probabilidad (estadística) de ser “completamente satisfecho” con la vida en un 8%, y reduce la probabilidad de ser “totalmente insatisfecho” en un 0,4%.
Otros factores que influyen son de carácter personal: la edad (la “felicidad” se reduce en la madurez para luego “recuperarse” en la vejez), estar casado o en pareja, tener hijos, tener buean salud, tener vida social…

En España, no hay muchos datos y no son muy concluyentes. El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) pregunta en ocasiones sobre la felicidad. Si cruzamos las respuestas con el tamaño de los municipios, y nos centramos en los menores de 2000 habitantes (el menor nivel de detalle disponible, sin entrar en microdatos), vemos alguna tendencia:

  1. A los españoles que viven en localidades pequeñas (de menos de 2000 habitantes, cabe pensar que mayoritariamente rurales), les preocupa lo mismo que al resto: el paro o los problemas económicos (dejo aparte Cataluña y otras cuestiones). El único punto donde había diferencia era sobre las pensiones: para el 10,5% de los habitantes rurales (les llamaremos así) es su principal problema, frente al 6,1% de la media española. Algo normal, si pensamos en el envejecimiento del campo español.
  2. De manera general, estos españoles se consideran más felices que el resto: en una escala de 0 a 10 (siendo 10 “completamente feliz”), el 72,9% de los españoles rurales están en escalas entre el 8 y el 10, diez puntos por encima de la media española en esa misma escala. Y no parece que tenga que ver mucho con su situación económica personal: el 29.8% de esos españoles rurales califican dicha situación como “buena”, frente al 36,3% de la media española, y el 55,8% la consideran “regular”, frente al 47,3% de la media.
  3. Sí parecen tener, nuestros habitantes rurales, una cierta percepción de “estancamiento”: el 75% piensan que su situación económica será igual -ni mejor ni peor- que el año anterior, cifra 12 puntos por encima de la media española. A ello puede contribuir cierta noción de “inmovilismo”, o… de manera más prosaica, el hecho de disponer de una pensión de importe y evolución conocidas: el 37,6% de los encuestados son pensionistas, frente al 23,5% de la media española.
  4. Y tal vez, tener algo más de dinero en el bolsillo, pueda ayudar a la felicidad: el 55,8% de los españoles rurales tienen unos ingresos netos por hogar de entre 600 y 2400 euros, algo que sólo consigue el 50,8% de la media de los hogares españoles.

Esto, a escala muy global. A escala más local, un estudio recogía la “satisfacción con la vida” en las comarcas de la Lleida rural, arrojando unos resultados bastante similares entre esta zona (una “nota” de 6,84 sobre 10): y las medias de Europa (7,1), Cataluña (7,1) y España (6,9). Igualmente, el estudio arrojaba un nivel global de satisfacción con la vida muy similar entre zonas rurales y urbanas (6,90/6,80 respectivamente). Donde más diferencia había era entre los mayores de 75 años (un 7,56) y la franja entre 50 y 64 años (un 4,25)…los motivos, pueden ser muy diversos y locales: mayor grado de incertidumbre ante el futuro, mayores dificultades económicas…

Otro estudio local, realizado en un municipio de la provincia de León, analizaba la percepción del bienestar, en función de varios parámetros ya estandarizados, a saber:

  • Autoaceptación
  • Relaciones positivas con otras personas
  • Autonomía
  • Dominio del entorno
  • Propósito en la vida
  • Crecimiento personal
  • Los resultados se muestran en la siguiente tabla:Me permito compartir el análisis de la autora (los subrayados (en negrita) son míos):

“- La baja puntuación en la categoría de Autoaceptación indica que los habitantes de este municipio no tienen una actitud positiva hacia uno mismo, la cual se basa en el conocimiento de los atributos positivos y negativos de sí mismo. Esto a su vez demuestra un bajo conocimiento personal.

– La puntuación media obtenida en la categoría Dominio del entorno hace referencia a una baja habilidad para crear y sostener medios ambientes apropiados. Dicho dominio se logra a través del esfuerzo y la creación personal, es decir, es una versión proactiva y no pasiva de la adaptación de la persona a su medio ambiente (trabajo, familia, vida comunitaria). Este aspecto de la conducta puede estar relacionado con la baja motivación.

– En lo referente al Crecimiento personal, la puntuación obtenida se refiere a una falta de sensación de desarrollo continuo, de progreso y de estar abierto a nuevas experiencias. Esta categoría es de máxima importancia para la intervención social, ya que supone la motivación y la fuerza interior necesaria para que un individuo se empodere.

– La última categoría que no alcanza los niveles medios es la de Propósito en la vida. Esta hace referencia a la capacidad para encontrar sentido y dirección a las experiencias, así como para crear y perseguir objetivos. Esto es difícil de alcanzar, si en primer lugar no cubrimos las categorías antes mencionadas.

Las dimensiones en las que la muestra ha obtenido puntuaciones por encima de la media son:

-relaciones positivas. Involucra la presencia de relaciones íntimas, cálidas y la preocupación por otras personas.
– autonomía. Capacidad de seguir convicciones y creencias personales aunque estas vayan en contra de los dogmas convivenciales.

Es decir, nos encontramos ante una faceta normalmente desatendida de los mecanismos de desarrollo local y rural: el trabajo en la motivación, en el auto-conocimiento, y en el crecimiento personal. Da la sensación de que esperamos que, cubiertas las necesidades básicas, el resto salga por añadidura…de que, si hay trabajo, ya está todo hecho. Desatendemos estas necesidades tan humanas, y tan imprescindibles. Y si hablamos de determinados colectivos, la situación es mucho peor: es el caso de las mujeres mayores, que cargan sobre sus espaldas el peso de la casa, del campo, del cuidado de sus mayores y, en demasiadas ocasiones, las bofetadas del marido.

Desde el punto de vista de las políticas públicas, todo lo anterior nos habla de la necesidad de profundizar en un trabajo de educación y atención social, muchas veces desatendido por la Administración, la cual se limita a cubrir como puede aspectos más acuciantes (ayuda a domicilio, dependencia, drogodependencias…) pero no pone las bases para un aumento del bienestar subjetivo de las personas, base de su empoderamiento y autoestima, base del desarrollo social -y no sólo económico o crematístico- de un territorio.

Miguel Angel Garcia Santos

Soy consultor especialista en proyectos europeos y desarrollo local y rural, y vivo en Alcañiz (provincia de Teruel, Aragón, España). Durante 6 años fui técnico de en proyectos europeos de Desarrollo rural y Medio Ambiente en el Centro para el Desarrollo del Maestrazgo, que gestionaba la Iniciativa LEADER II de desarrollo rural. Durante 7 años viajé por el mundo, dedicado a la exportación de productos locales: primero la cerámica y luego los productos agroalimentarios (gestionando el primer consorcio de exportación de la provincia de Teruel). Durante 4 años he trabajado en una empresa consultora de proyectos europeos, especializándome en el programa LIFE, dedicándolo a temas como ciudades sostenibles, lucha local contra el cambio climático, infraestructuras verdes, o prevención de incendios forestales.