Texto publicado por Miguel A. Gracia Santos en su blog consultoraeuropea
Hace unas semanas se ha puesto fecha al tan anunciado cierre de la central térmica de Andorra: en junio de 2020. Desde el anuncio, ha habido una sucesión de reproches y acusaciones, al tiempo que la sociedad se movilizaba (poco), ante una situación que veían venir y que parece acogerse con resignación. En este blog hemos advertido en algunas ocasiones sobre toda esta cuestión, pero no es el momento de hacer valer las profecías, en plan “ya lo decía yo…”, sino de buscar soluciones realistas.
Justo hoy, también, las Cortes de Aragón se reúnen para crear una comisión, que ha de estudiar “alternativas” al carbón…a buenas horas, pero bueno, vamos a dejar que hagan su tarea. No es que nos hayamos leído el pensamiento, pero ayer me vinieron a la cabeza una serie de ideas sobre el tema que, al menos, compartiré con los lectores, y de las que nuestros próceres pueden tomar nota, si lo consideran oportuno.
En primer lugar, creo que es imprescindible la transparencia: en una sociedad democrática que se enfrenta al reto de construir un futuro para un territorio, es necesario que todos sepamos, con luz y taquígrafos, qué ha pasado con todo el dinero público que se movido en torno a las cuencas mineras: cuánto ha consumido el plan MINER, a qué empresas, cuántas de estas empresas han cuajado y cuántas han cerrado ante el primer viento desfavorable; quién ha vendido la empresa una vez montada con dinero público y se lo ha llevado “crudo” sin que el erario público haya visto un euro de retorno; cuánto dinero se ha gastado en diferentes subvenciones al funcionamiento del carbón (a la extracción, al transporte), qué empresas se lo han llevado, cuántos puestos de trabajo han creado con ello; cuánto dinero se ha dedicado a prejubilaciones, cuánto se ha llevado la propia Endesa a lo largo de todos estos años…
Esta información es necesaria para exigir cuentas y responsabilidades a todos (administraciones, partidos, sindicatos y empresas); y para poder distinguir entre lo correcto, lo legal, lo ilegítimo y lo ilegal. Para no repetir los errores del pasado. En suma, para acometer la reconversión del territorio sobre bases de normalidad democrática y ética.
En segundo lugar, y por favor, no desmantelen la térmica. Aprendamos de los errores del pasado: en 1982 se cerró la central térmica de Aliaga, que fue desmantelada. El resultado es una ruina fantasmal, en un entorno natural de gran belleza y valor (el parque geológico), pero que no se puede visitar y no puede añadir valor y oportunidades a un territorio que tanto lo necesita. Andorra cuenta con una chimenea de 343 metros, una de las estructuras más altas de España, ¿y vamos a desmontar esto, con el potencial que tiene? (desde un posible ascensor panorámico hasta concursos de escalada extrema…). La central ha sido objeto de visitas por parte de institutos, universidades y público especializado, y se encuentra a una hora de la quinta ciudad de España… ¿Vamos a desmantelar algo que, aunque no esté en funcionamiento, es un aula magnífica sobre energía, naturaleza, medio ambiente y sociedad…? ¿Vamos a gastar millones de euros en desmantelar lo que ya existe y tiene posibilidades, para luego volver a gastarnos más millones en construir “algo” que genere “atractivo” en el territorio…?
En tercer lugar, pensar más en los servicios y menos en la industria. Incluso el vocablo “reindustrialización” es engañoso: eso implicaría que previamente ha habido industria, y no la ha habido: el sector minero-energético es básicamente un sector extractivo, primario, que saca carbón con una excavadora, lo transporta en un camión y a continuación lo quema en una térmica. No hay transformación ni elaboración. Por eso no hay oficios industriales, ni tradición, y por eso no se dan las condiciones objetivas para los asentamientos industriales. Y por eso la mayor parte de los fondos MINER van a parar a Fraga, que nunca ha tenido una mina, pero es colindante con Mequinenza y tiene condiciones objetivas mucho más interesantes para cualquier industria (que va a lo que va, no a “hacer caridad” con un territorio).
Para ocultar esa ausencia de condiciones se ha recurrido y se sigue recurriendo a muchos “dragones” o explicaciones mitológicas: las malas condiciones de la carretera del Coll del Moro en la N-420 (esto lo he oído yo en una conferencia, se lo prometo), la elevación de aguas del Ebro (que no llega nunca…), la (falta de) autovía A-68…y se intenta compensar con mares de subvenciones a los activos fijos industriales, con un enorme coste para las arcas públicas, y una más que dudosa relación coste-beneficio: en la convocatoria de 2016, cada puesto de trabajo creado salía a 630.000 euros de subvención en activos fijos…
Tal vez la salida sean las empresas de servicios, vinculadas al turismo, a los cuidados, a la “economía de plata” (servicios a las personas de edad avanzada)… las inversiones son mucho menores (en torno a 100.000 euros por puesto de trabajo creado), son actividades muy intensivas en mano de obra (y entiendo que son empleos tan dignos como cualquier otro), y permiten abrir el abanico de empleabilidad, no sólo a los varones adultos que constituyen el grueso del sector minero-eléctrico, sino también a mujeres, jóvenes y otros colectivos. Y se sigue estando a una hora de camino de la quinta ciudad de España y en el centro del cuadrilátero más desarrollado de la Península Ibérica. El balneario de Ariño o la residencia de enfermos de Alzheimer de Martín del Río (durante muchos años, denostada y olvidada en los planes MINER) indican el camino a seguir.
Puestos a buscar dinero, un cuarto paso sería recuperar la nonata ITI de Teruel: una ITI es una Inversión Territorial Integrada, y ésta se define como “un instrumento de gestión que permite reunir los fondos de varios ejes prioritarios, y, de uno o varios Programas para implementar intervenciones multidimensionales e intersectoriales. Una ITI por tanto es un instrumento que facilita el apoyo a las acciones integradas en un territorio, permitiendo combinar la financiación vinculada a diferentes objetivos temáticos y a diferentes Programas apoyados por los diferentes Fondos Estructurales y de Inversión Europeos (EIE)”. Al hilo de la “moda” de las ITI, se habló de poner en marcha en Teruel una, “separando” 26 millones de euros de los FEIE que le corresponden a Aragón; eso fue en 2016, y no sé qué habrá sido de ese dinero, pero, si todavía no se lo han gastado, pueden plantearse asignarlo específicamente a la cuenca de Andorra. O, al menos, recuperar el concepto.
Finalmente, dos cosas más: participación y coordinación. Lo primero es esencial, sobre todo, para dar voz a quienes han de ser los protagonistas del futuro de la comarca (jóvenes y mujeres), pero con los cuales no se cuenta; las discusiones sobre la reconversión son gestionadas por Administración, empresas y sindicatos, siempre o casi siempre un mundo de varones adultos, que imponen sus valores, su visión de las cosas y su modelo de desarrollo, que se ha mostrado muy limitado. Lo segundo, parece elemental, pero es que no se hace: sobre un territorio como el de Andorra confluyen el Gobierno central (Ministerio), el Gobierno regional, la Diputación provincial, la Comarca de Andorra-Sierra de Arcos y los Ayuntamientos. Confluyen fondos MINER, REINDUS, Incentivos Regionales, Fondo de Inversiones de Teruel, fondos FEDER y FEADER, programas LEADER, Agencias de Empleo y Desarrollo Locales y comarcales, un Parque Cultural, Sociedades Municipales para el desarrollo, y tal vez fondos provenientes de Endesa (como el antiguo PEAN)… Pues, o se ponen todos de acuerdo, diseñan una estrategia acertada y realista, la respetan y la llevan a la práctica, o simplemente se despilfarrará el dinero y el tiempo, y la gente se marchará de los pueblos mineros.
Dicho todo lo anterior, no tengo mucha confianza en que todo lo anterior se acometa. Tal vez, si se hubiera hecho con anterioridad, no habríamos llegado al punto actual. Pero, al menos, ponemos encima de la mesa ideas que son realizables. La responsabilidad de ejecutar esas ideas, ya es de otros.